Si hemos notado que nuestros hijos parecieran siempre creer que algo malo va a pasar, que no logrará sus objetivos, que sus expectativas no serán satisfechas o que todo le sale mal; es necesario detenerse a pensar si algo está ocurriendo. Creemos que la actitud pesimista no es algo innato, es decir, que no nacemos siendo así; sino que a lo largo de los aprendizajes vamos formando esa visión del mundo y sobretodo esa forma de pensar.
¿Qué hacer?
Lo primero es analizar el ambiente familiar en el que se encuentra el niño:
– ¿Tiene contacto frecuente con personas que suelen decir: “No, ni postules a la universidad, son tantos que no vas a ingresar”; “Pero, para qué has comprado este libro si nadie lo va a leer?; “Yo ni me meto a aprender computación porque no voy a entender nada”. Es decir está rodeado de mensajes negativos.
– Se le trasmite que no es suficiente su esfuerzo y que nunca llega a la meta: Si sacó una A en una prueba de inglés, se le exige una AD; si ganó en una competencia de natación, fue porque no participó el niño que ganó el año pasado; si logró comprarse un juguete con sus ahorros, minimizamos su esfuerzo de ahorrar y llegar a cumplir su objetivo.
– Cada vez que el niño dice que no pudo alcanzar una meta o que un amigo lo hizo mejor que él; los papás, abuelos y tíos lo llenan de elogios y hasta le llevan algún regalo para compensar la desazón. De esta forma lo que hace el niño es utilizar esta conducta como estrategia para obtener algo que desea: la atención y las recompensas materiales.
Por eso, es importante entender cuál es el motivo de la actitud o conducta pesimista en nuestros hijos y de acuerdo a eso, poder utilizar la estrategia más apropiada para lograr una modificación.