¿Sabías que nueve de cada diez peruanos desconocen cuántas calorías deben consumir al día para mantenerse saludables (Datum 2013)? Informar y educar al consumidor son los primeros pasos indispensables para lograr una alimentación saludable en nuestro país.
Esta última semana se discutió mucho acerca del Censo Nacional. Si bien su metodología y algunas de sus preguntas pueden ser tema de debate, lo que nadie discute es la necesidad de contar con información sobre la cual podamos tomar decisiones basadas en evidencia (datos fiables). Sobre el tema de alimentación en el Perú, también saltan varias preguntas: ¿Se alimenta de igual manera un peruano que vive en una zona rural de la sierra que uno viviendo en una ciudad costeña? ¿Cómo difiere su actividad física? ¿Su requerimiento nutricional? ¿Cómo varía la disponibilidad de alimentos en distintas partes del país?
Ley de la Alimentación Saludable
En nuestro país, lamentablemente no contamos con un estudio que nos detalle la dieta del poblador peruano, sus deficiencias y excesos, cuáles son sus principales fuentes de nutrientes, entre otras incógnitas.
La Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes hace un gran esfuerzo por tratar de resolver la problemática en torno a temas como la obesidad y enfermedades crónicas no transmisibles, sin embargo, su alcance es limitado. Por un lado no incluye los alimentos preparados, fuente importante de nutrientes críticos como el sodio, azúcar y grasas saturadas; y por otro lado funciona con un sistema de advertencias basado en 100 gramos y no en porciones, clasificando a los alimentos en dos tipos: alimentos con sellos y alimentos sin sellos. Este modelo de advertencias binarias dificulta la tarea de brindar información al consumidor para la toma de decisiones.
Coincidimos en la urgencia que implica la implementación de esta norma, no obstante, la voluntad política expresada por el legislativo nos da la oportunidad de corregir las omisiones, a fin de proveer información al consumidor en la elección de sus alimentos, en busca de mejorar su alimentación y calidad de vida.
Analicemos las dos propuestas que están actualmente sobre la mesa:
Modelo de alertas octagonales
Resumen:
Esta propuesta sugiere incluir una alerta roja en los empaques de aquellos alimentos altos en nutrientes que, en exceso, son dañinos para la salud. Por ejemplo, si un producto es alto en grasas saturadas, el empaque tendrá un octágono rojo al frente que dice “Alto en grasas saturadas”.
¿Cuál podría ser el problema?
Entre las críticas a este modelo, se recalca la de la falta de información. Decir que un producto es “alto” en grasas saturadas no nos da visibilidad sobre qué tan alto es en comparación a otro producto. En consecuencia, un producto con 10 gramos de grasas saturadas y otro con 15 gramos, dependiendo del tamaño de la porción (lo cual tampoco considera esta advertencia), podrían verse como “iguales” ya que ambos llevan la misma advertencia.
Por otro lado, solo nos advierten sobre los aspectos negativos del producto en cuestión, sin ofrecer visibilidad ni destacar aquellos productos que son “bajos en” sodio, grasas y/o azúcar, por ejemplo.
Modelo GDA (guías diarias de alimentación) con semáforo
Resumen:
A diferencia del modelo de alertas octagonales, las guías diarias de alimentación brindan una perspectiva más completa sobre los contenidos del producto. Esto permite hacer un comparativo entre dos productos, de manera que podamos elegir aquel que es mejor para nuestra alimentación. Por otro lado, el “modelo semáforo” incluye además mediciones por porción, generando mejor visibilidad sobre lo que contiene el producto. La propuesta permite al consumidor saber si la cantidad del nutriente por porción es alta, media o baja; además, conocer la cantidad de cada nutriente por porción y el porcentaje que significa en función al valor diario recomendado. Adicionalmente, obliga la inclusión de la tabla de información nutricional al reverso para quien quiera aún más detalle.
¿Cuál podría ser el problema?
Quienes critican este sistema sugieren que es muy complejo, y que podría generar confusiones al público consumidor.
Informar, educar, alimentar
Si bien es cierto hay una labor educativa de por medio, consideramos que los consumidores tienen derecho a acceder a toda la información que esté disponible, de manera que puedan aprender, informarse y elegir sus alimentos de manera consciente.
No cabe duda que los retos por lograr una alimentación saludable en nuestro país son muchos, pero la solución está en educar. Encarguémonos de proporcionar mayor información al consumidor, dándole así las herramientas necesarias para mejorar su alimentación e incrementar su poder decisivo.
Cuéntanos, ¿qué tipo de advertencia consideras mejor? ¡Deja tu sugerencia en los comentarios!